Hace algunos meses me vengo preguntando quién soy, o que quiero de la vida, de mi futuro, de mi.
Nadie sabe con certeza lo anterior, todo es un maldito remolino, en donde los extremos se mezclan, las dudas se hacen afirmaciones.
Siempre había tratado de hacer las cosas bien, pero bien es un término tan equivocado. Es moldeable, se adapta al gusto y capricho de cualquiera.
Mis ideas, todas dirigidas en lo más profundo de mis sentimientos, esos que sin querer se encontraban vacíos... Buscando respuestas y razones.
Volar, los ángeles que ni siquiera existían me llevaban al final.
No sabía nada, desaparecía.
Pero desde aquel día en que vi tus ojos brillar, en que tu sonrisa alumbro lo más profundo de mi alma y fusiono todos las sensaciones benignas que algún día creí perdidas, supe que todo iba en el orden incorrecto.
Sané, mis heridas fueron curadas con tus caricias y mis sueños devueltos, reemplazando las pesadillas cotidianas y fastidiosas.
No eran momentos los que pasaba contigo, eran etapas que marcaban cada vez más en mi las arruguitas junto a mi ojos, o los crecientes hoyuelos de mis mejillas.
Sentía mi pecho arder, sin embargo no dolía, era una sensación inigualable de éxtasis.
Pude reconocer el nerviosismo en mis manos y como se iba apaciguando con tu voz tranquila.
Porque realmente todo lo que yo sentía era un reflejo de lo que tu sentías.
Y sigue siendo de esa forma.
¿Que soy? Soy tu, como tú eres tan yo.
¿Que quiero? Estar contigo, por siempre.
